jueves, 19 de marzo de 2009

Cuentahistorias

El arte del sit-down comedy nació en Japón hace cuatrocientos años. En la sociedad feudal japonesa de finales del s XVI, los señores de la guerra necesitaban tener de su lado a una suerte de bufón que, de noche, les entretuviera para no caer dormidos y convertirse en vulnerables presas de sus enemigos. El humor era y es una estrategia de supervivencia. En el siglo XVII, esos cuentahistorias privados evolucionaron a profesionales del espectaculo: nacía así, el arte del Rakugo, que ha pervivido, con variaciones hasta nuestros días y ha recorrido toda la larga y compleja historia del teatro nipón.
El cómico sedente japonés viste traje tradicional Kimono, hakama y haori, se sienta sobre sus talones y uliliza como únicos accesorios un abanico y una toalla de mano. Sus monologos cómicos se construyen exclusivamente con los dialogos de los multiples personajes que aperecen en la historia: la gestualidad, los cambios de voz y las muletilla del cómico permiten identificar al instante quién está hablando en la hilarante ficción.

El Rakugo posee rígidas reglas estructurales:
se abre con el makura: una introducción que conduce suavemente hacia la historia que se va a contar, prosigue con el hanashi: el relato propiamente dicho y se cierra con una frase chocante y graciosa, el sage: que equivale a la celebre pushline del stand-up comedy americano. Buena parte del material utilizado por los modernos cómicos sedentes japoneses cuenta con trescientos años de antigueda: es el estilo de cada humorista. o sea la forma, lo que mantiene su atractivo fresco como el primer día.
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